viernes, 4 de diciembre de 2015

EL NANO DEL CARRER D'EN LLOP A SU NUEVO DESTINO.



1929- El traslado del “Nano del carrer d'En Llop” a un nuevo destino fue todo un acontecimiento popular. Tuvo lugar un 27 de agosto a las seis de la tarde. Con anterioridad a aquella hora tanto la plaza Castelar como las calles próximas se vieron muy concurridas de un numeroso público que no quería perderse la despedida de tan entrañable figura. La banda Unión Musical en su recorrido por toda la zona a los sones de música valenciana, acompañaba al Sr. Carbonell, el relojero de la Bajada de San Francisco, hasta el “carrer d'En Llop” donde en aquella jornada vespertina iba a convertirse en el segundo protagonista de la tarde.

“Piedra a piedra la piqueta demoledora hace desaparecer las características callejas...con la que se va una época de Valencia, llena de sugestiones y de sabor típico popular”, sentenciaba el cronista de Las Provincias. Los derribos en la zona se aceleraban, las últimas paredes de la plaza Castelar caían, la calle En Llop, con tan peculiar acto de ocurrencia popular, rendía tributo a las reformas cuando llegaba la última hora del “Nano”, grotesca estatua adosada a la pared, “origen de tantas leyendas y relatos fantásticos”.

Y así fue, pues a Juan Bautista Carbonell, el simpático y valencianísimo relojero, “poseedor de las más españolas patillas y del buen humor más oportuno y constante” se le ocurrió la feliz idea de organizar un acto para la ocasión de recibir, por decisión del Alcalde, la propiedad de tan extravagante figura. Amenizado con la música "dels dolsainers”, que aireaban sus fantasías, llegó el momento de desencajar del suelo la estatua de piedra con los acordes de la banda.

El Sr. Carbonell, socarrón como en él era habitual y ante la tristeza del momento”, exclamó a la concurrencia: 
-¡No som res en este mon!

El acto de despedida al “Nano del carrer d’En Llop" tuvo su éxtasis cuando D. Juan Bautista Carbonell, subido en un montón de escombros, pronunció unas emocionadas palabras con vivas a Valencia y al “Nano”, en estricto ambiente popular, con la ausencia de una larga serie de discursos, tan ostentosos siempre, propios en cualquier evento oficial que no era el caso.

Finalmente y con el disparo de una traca, una galera cargada con el "Nano" tomó rumbo hacia La Cañada para su destino en el interior de una finca, propiedad del Sr. Carceller, a quien el Sr. Carbonell tuvo la atención de regalar el popular obsequio que aquella misma tarde le había entregado el alcalde Marqués de Sotelo, que a su vez lo había recibido del Conde de Rótova, su propietario. 

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