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miércoles, 8 de octubre de 2014

EL PUENTE DEL REAL

1880 litografia puente del real_antonio castelucho_museo de la ciudad

Litografía de Antonio Castelucho – Museo de la Ciudad


1880 - Existía el Palacio del Real a la “otra parte del río” y tenía su puente de arribo. En su principio éste era de madera, y aquel residencia temporal de los monarcas desde época musulmana. En 1528 durante el reinado de Carlos I, en ocasión de su visita y debido al peso del gentío que acudió a presenciar su paso, su estructura se vino abajo, causando heridos y muertos entre la concurrencia.

Tras las riada de 1589 se construyó de nuevo planta dando su fin en 1596, con los últimos retoques para su puesta a punto por la boda de Felipe III en la Seo en 1598. 

El 18 de febrero de 1603 se colocaron las estatuas de San Vicente Mártir y San Vicente Ferrer, labradas por Vicente Leonart, que no gustaron a los Jurados. Finalizando el siglo, el arzobispo Juan Tomás de Rocabertí, corrió con los gastos para cubrir las imágenes con dos casilicios que fueron colocados entre 1682 y 1683, el correspondiente a San Vicente Ferrer primero y al siguiente año el de San Vicente Mártir. Allí estuvieron hasta su destrucción durante la guerra civil. Su ornamentación prosiguió en 1750 con la colocación de bancos en sus costados y en cada esquina del puente, que fueron rematadas con esbeltos pináculos. 

Tras un concurso público en 1939 entre escultores valencianos, se adjudicó a Carmelo Vicent Suria que hiciera la réplica del santo dominico, mientras que la del santo mártir quedó desierta; finalmente se encargó la reposición de ésta a Ignacio Pinazo Martínez, donde se conservan desde 1944. Puente del Real que fue ampliado en 1968 por exigencias del tráfico rodado, inaugurado con su nuevo aspecto en febrero de este año.

Puente que no pudo frenar el avance del francés, que fue paso del humeante Ravachol al Grao de Valencia, así como del de tartanas y faetones a la Alameda en antaño, en la actualidad es de caminar tranquilo a los Jardines del Real, resistiendo al paso del tiempo cuando otros de reciente construcción ceden al calor que los dilata.

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