sábado, 27 de septiembre de 2014

¡IRRUMPE EL AUTOMÓVIL!

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En la sociedad valenciana de las primeras décadas del pasado siglo, la de los felices años veinte, uno de los acontecimientos más notorio fue la irrupción del automóvil, en especial, por la distinción que otorgaba a sus dueños.

Su presencia por las calzadas (de las que de forma lenta pero inexorable se iba adueñando) hasta entonces en propiedad de tranvías y carros, servía para fijar la atención en lo más florido de la burguesía valenciana, deseosa como estaba en hacerse de notar, como lo había hecho con sus carrozas, faetones y tartanas bajo los álamos de la Alameda.

Con anterioridad, la Exposición Regional de 1909 fue el momento más apropiado para su presentación en sociedad –cuando en nuestra ciudad apenas habían censado media docena de coches- mediante su participación en la Gran Pista de la Exposición con exhibiciones deportivas para sortear los diferentes obstáculos, que, por su novedad, producían fascinación al público asistente, merced a los automovilistas que habían llegado de Madrid y de Barcelona, siendo en mayor número los de la ciudad condal.
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El Camino del Grao fue el lugar elegido para una prueba de velocidad que no sería más que la premonición de las actuales pruebas de Fórmula Uno, inexistentes entonces, en aquel imaginario deportivo que trataba de imitar las noticias que llegaban de Europa referentes al nuevo mundo del motor.

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